Esta
vez voy a hablaros de una gran obra teatral. Obra antigua pero moderna. Moderna
por su pensamiento. Por lo que quiere reflejar. Reflejar la situación de muchas
personas. De muchas mujeres. De mujeres de hace 100 años, y mujeres de ahora.
Una obra con pasión y sentimiento… Sin duda alguna, Casa de muñecas.
Nuestra
clase tuvo la suerte de ir a verla representada por unos grandes actores. Para introduciros un poco, Casa de muñecas
describe la situación familiar, en la que se encuentra Nora Helmer, la
protagonista, y de la cual intenta salir: un hombre la está buscando para
chantajearla por un préstamo que ella pidió en secreto años atrás por curar la
enfermedad de su marido, por lo que Nora debe ocultarlo a toda costa a
Torvaldo, su marido. Cuando el problema sale a la luz, descubre que su marido,
en el fondo, no la considera más que un objeto de su propiedad, teniendo como
consecuencia un desenlace inesperado que supone un giro radical de la trama al final
de la obra. Y la cual ella decide irse de la casa, dejando atrás todo, hasta
sus hijos.
Esta
decisión, en 1879, es una gran revolución.
Estoy segura de que su autor, Henrik Ibsen, con esta obra, quería
cambiar un poco al mundo, a la sociedad. Aunque Ibsen negó que su obra
fuera feminista, es considerada por muchos críticos como la primera verdadera
obra teatral feminista.
Os
dejo alguna parte de la obra que lo refleja muy bien:
—¡Este
es precisamente el caso! Tú no me has comprendido nunca... Han sido muy
injustos conmigo, papá primero, y tú después.
—¿Qué?
¡Nosotros dos!... Pero ¿hay alguien que te haya amado más que nosotros?
—Jamás
me amaron. Les parecía agradable estar en adoración delante de mí, ni más ni
menos.
—¡Que
no... que no has sido feliz!
—No,
estaba alegre y nada más. Eras amable conmigo... pero nuestra casa sólo era un
salón de recreo. He sido una muñeca grande en tu casa, como fui muñeca en casa
de papá. Y nuestros hijos, a su vez, han sido mis muñecas. A mí me hacía gracia
verte jugar conmigo, como a los niños les divertía verme jugar con ellos. Esto
es lo que ha sido nuestra unión, Torvaldo.
Escucha,
Torvaldo: en aquel momento me pareció que había vivido ocho años en esta casa
con un extraño, y que había tenido tres hijos con él... ¡Ah! ¡No quiero
pensarlo siquiera! Tengo tentación de desgarrarme a mí misma en mil pedazos.
Invito,
sin duda alguna, a leer esta gran obra de la literatura universal. Esto es
arte, y no debe de pasar de desapercibida por muchos años más que pasen.
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